sábado, 11 de febrero de 2017

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Apasionado, moderno, provocador, pionero, curioso, trabajador, alegre… 



Es muy probable que no sea más sabio el que posee las mejores respuestas, sino el que se hace las mejores preguntas.

A pesar de que sus ideas no tuvieran gran influencia en el desarrollo de las ciencias. Quizás porque se adelantó demasiado a su tiempo, o porque buena parte de sus manuscritos estuvo oculta al mundo durante 250 años, o quizás porque su mente era tan hiperactiva que apenas tenía tiempo de adaptarse a tantas opciones que le ofrecía la naturaleza. 

Lo cierto es que Leonardo se preguntó prácticamente de todo, ideó tantas teorías como acontecimientos misteriosos encontraba en su vida cotidiana, estudio e investigo en una increíble variedad de disciplinas científicas, algunas antes de que  existieran.

Leonardo no desarrollo ninguna nueva teoría, ningún invento trascendental, ningún descubrimiento que modificase esencialmente el conocimiento de las leyes que regulan la naturaleza. Su genialidad consistió en haberse convertido en el mejor ejemplo del Renacimiento. Fue un científico en el más puro sentido de la palabra, utilizó el método de observar y experimentar.

«el ojo abarca toda la belleza del mundo


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